San Oscar Romero y los Derechos Humanos: Reflexiones

Nuestro querido Director Adjunto de Tutela de Derechos Humanos del Arzobispado de San Salvador, el Pbro. Roberto Henríquez, nos hace reflexionar con comentarios sobre las homilías de San Óscar A. Romero en su 43 aniversario de martirio.

DERECHOS HUMANOS

Pbro. Roberto Henríquez

2/20/20234 min leer

Queremos ser la voz de los que no tienen voz para gritar contra tanto atropello contra los derechos humanos. Que se haga justicia, que no se queden tantos crímenes manchando a la patria, al ejército. Que se reconozca quiénes son los criminales y que se dé justa indemnización a las familias que quedan desamparadas” (Homilía 28 de agosto de 1977, I-II p. 192).

San Oscar Romero, siguiendo la voz de Dios padre bondadoso que ama a todo ser humano, defendía la dignidad y los derechos fundamentales, y ser voz de los sin voz, quiso que se le reconociera la dignidad a cada ser humano, he invitaba a la conversión así como lo expresa en un extracto de su homilía del 28 de agosto de 1977, expresando así el deseo de Dios y de una invitación a la conversión para que se buscara la justicia, la reconciliación y la paz, y con ello sanar tantas heridas provocadas por la guerra, por esa época dolorosa y violenta que se estaba viviendo en nuestro país, pero quiso ser esa luz que ilumina con el evangelio la realidad de ese momento y con ellos defender los derechos humanos de cada salvadoreño e invitar a escuchar la voz de Dios a amarnos como hermanos.

Estas desigualdades injustas, estas masas de miseria que claman al cielo, son un antisigno de nuestro cristianismo. Están diciendo ante Dios que creemos más en las cosas de la tierra que en la alianza de amor que hemos firmado con Él, y que por alianza con Dios todos los hombres debemos sentirnos hermanos... El hombre es tanto más hijo de Dios cuanto más hermano se hace de los hombres, y es menos hijo de Dios cuanto menos hermano se siente del prójimo” (Homilía 18 de septiembre de 1977, I-II p. 225).

En la Homilía del 18 de septiembre de 1977 San Oscar Romero exponía que cuanto más los seres humanos nos tratan como hermanos más respondemos al plan de amor de Dios, y en cuanto menos nos tratamos como hermanos no respondemos a la alianza de amor que Dios nos propone, y esto es muy importante, porque invita a reconocer al otro como un prójimo, como un hermano, como un compañero en el camino; como alguien que necesita de nosotros, e invitaría a la reconciliación a la paz, al perdón, a la justicia y que nosotros como cristianos mostremos ese signo de amor y de perdón para que el pueblo de Dios fuera sanando, y en especial el pueblo salvadoreño por la injusticias y conflicto en que en ese momento se encontraba el país, por ello Mons. Romero llamaba a todos a recordar que somos hijos de Dios y que por tanto lo que debe de imperar y llevar adelante el cristiano es el amor de Dios, y el amor al prójimo y con ello la conversión para romper con el pecado y romper con las injusticias.

De Dios nadie se ríe. Su ley imperará para siempre. Y este Dios, que es amor para nosotros, se convierte en justicia cuando no se ha sabido captar la invitación del amor... Dios espera, pero cuando ya la paciencia de Dios termina en el amor, comienza su justicia. Hermanos, no es volver a la Edad Media al hablar del infierno. Es poner frente a los ojos la justicia de Dios, de la cual nadie se ríe. Organicemos a tiempo nuestra patria. Organicemos los bienes que Dios nos ha dado para la felicidad de todos los salvadoreños. Hagamos de esta república una bella antesala del paraíso del Señor, y tendremos la dicha de ser recibidos como el pobre Lázaro” (Homilía 25 de septiembre de 1977, I-II pp. 242-243).

En la homilía del 25 de septiembre de 1977 también Monseñor Romero nos explica que la paciencia de Dios es grande porque nos ama profundamente, pero que a su vez viene la justicia, de Dios nadie se ríe, es decir habrán consecuencias de las acciones de las actitudes de cómo vivimos en el presente para el futuro es decir para la vida eterna, y así nos lo ha dicho el mismo señor, aquellos que aman y ayudan a su prójimo, irán al reino de los cielos, y aquellos que viven en la injusticia y no se convierten pues no entrarán en el reino, porque no han servido, porque no han ayudado y no es que Dios no quiera que se salven si no que la actitud contraria al amor a Dios y al prójimo ellos mismos se cierran a la salvación, y por tanto sin duda para nosotros es una invitación a pensar, a meditar, y a corregir nuestro modo de actuar en el presente para abrir nuestro corazón al amor a Dios y lo que lleva al amor al prójimo, ahora como siempre necesitamos ser agentes de cambios de paz, de solidaridad, buscar la justicia para poder sembrar una antesala del reino de en nuestro propio país, construyendo una sociedad justa, construyendo lazos que unan al pueblo, que busquen el bien común, que se genere esa fraternidad, ese amor y ese apoyo mutuo que es lo que ahora necesitamos como sociedad salvadoreña, reconstruir nuestro país escuchando la voz de Dios que nos llamará a buscarle a él, pues es nuestro Dios y con ello amar a nuestro prójimo, al más necesitado y proveer al desprotegido, es el camino al amor el que nos lleva a la salvación.